Ayer compré el abono mensual de transportes y, en vez de hacerlo en una taquilla del metro como otras veces, decidí ir a un estanco que hay muy cerca de casa. ¡Qué diferencia!: mucho más rápido y un trato más agradable. Tenía que haberme dado cuenta antes. A partir de ahora lo tengo claro. En cualquier caso la peor de las opciones es comprarlo en las máquinas porque, al igual que en los supermercados, haciéndolo colaboramos de modo inequívoco en la pérdida de puestos de trabajo.
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