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Conocer a Katixa

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Yo no conozco a Katixa. Ni siquiera sé si estoy escribiendo su nombre bien. Creo que he coincidido un par de veces con ella, pero brevemente y entre copas.

Es mi hermana la que la conoce. Mi hermana vive en Barcelona y está a dos semanas de salir de cuentas. El médico le ha aconsejado reposo, por lo que yo no la veía desde navidades o así. El domingo me llamó desde el coche, de camino a Donosti con su marido. Su amiga Katixa, de 35 años como ella, tiene cáncer de páncreas desde hace tres años. Mi hermana venía a despedirse.

Mi hermana fue a visitarla sin avisar. No supo cómo. Esperaba encontrar a su amiga postrada, verla unos minutos con la esperanza de que la reconociera y volver a Barcelona al día siguiente. La encontró en pie, sonriendo.

Al día siguiente Katixa les invitó a comer, a ellos y a algunos otros amigos que se fueron juntando, a un sitio precioso al que tiene cariño en uno de los montes de la costa de Donosti. Katixa está delgadita, débil, tirando continuamente de morfina para combatir los dolores, reducida a su esencia. Pero esa esencia es pura luz, puro coraje. Estuvo bromeando durante la comida, manteniendo el ánimo de los demás, valorando cada segundo, cada instante de esta vida que se le quiere escapar y apartarla de su marido, de sus hijos, de la gente que la quiere.

Cuando terminó la velada, mi hermana y Katixa se despidieron para siempre. Por si acaso. Katixa lo tiene muy mal, probablemente imposible, pero eso nunca se sabe y Katixa luchará el resto de su vida, dure lo que dure.

Cuando me reuní con mi hermana esa tarde, la abracé intentando darle todo mi cariño y mi admiración. Desde que se enteró del cáncer de Katixa ha estado, pese a la distancia, volcada. A veces, le decía yo, demasiado. Y se me enfadaba. Le dije a mi hermana pequeña que si un día me hace falta, espero tener amigos de su talla a mi lado. Lo cierto es que con la mitad me sobraría. La fuerza que demuestra, con lo vulnerable que es al mismo tiempo, no deja de enternecerme y admirarme.

Katixa vive en Donosti. Yo no la conozco, ni creo que la vaya a conocer. Sin embargo, saber de ella, de su coraje, de sus ganas de luchar y vivir, me animan a valorar lo que tengo y a intentar ser mejor persona.

Yo no conozco a Katixa, pero dudo que la olvide nunca. Espero que vosotros tampoco.

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