Género: Novela |
Otras obras del autor: Días y noches de angustia (1982), Cuentos violentos (1991), El laberinto del pecado (1993), El eco de la conciencia (1994), Antología del cuento latinoamericano en Suecia (1995), Palabra encendida (1996), El niño en el cuento boliviano (1999), Cuentos de la mina (2000), Entre tumbas y pesadillas (2002), Fugas y socavones (2002), Literatura infantil: Lenguaje y fantasía (2003), Poesía boliviana en Suecia (2005), Retratos (2006) y Cuentos en el exilio (2008) |
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Sinopsis:
La novela de Víctor Montoya, escrita con la pasión del alma y los recursos propios de la narrativa contemporánea, es un regio ejemplo de que el erotismo, incluso el más descarnado, es inherente a la literatura que aborda los temas más profundos e inquietantes de la condición humana, con valor estético y alejado de todo atavismo moralizante.
El laberinto del pecado discurre en un ambiente minero, pero desde una perspectiva diferente a las precedentes de este subgénero, en la que sobresalen las luchas políticas en busca de reivindicaciones sociales y económicas, sin tomar en cuenta los problemas íntimos, afectivos y emocionales, como la homosexualidad masculina y femenina, que perviven entre los habitantes de esos rincones de vientos, páramos grises y sombras soterradas en las profundidades de las montañas. Los personajes de El laberinto del pecado actúan en diferentes planos, mediante el uso de técnicas literarias que no contempla la novelística minera boliviana.
El protagonista, Manuel Ventura, es un adolescente que vive una historia de amor con la empleada de la casa. Desde el inicio los personajes saben que no viven en el mejor de los mundos posibles y que el de ellos es un amor destinado al fracaso. El descubrimiento del amor, la iniciación sexual y, al mismo tiempo, el despertar del protagonista nos acerca la belleza y también la fealdad de un mundo que parece detenido en el tiempo. El autor le agrega imaginación a la realidad creando climas a veces mágicos, al borde de lo onírico.
¿Qué le proporciona un escritor a su nación?, preguntaba Carlos Fuentes. Lo mismo que se exige a sí mismo: imaginación y lenguaje. Dos cosas que a El laberinto del pecado no le faltan. Hay un equilibrio en la elaboración de los personajes, los climas, la trama y el lenguaje. Nada de eso ha sido descuidado. Quien quiera incursionar en la novela latinoamericana para conocer algo de Latinoamérica y de su literatura debería leer también esta novela profundamente humana y de gran calidad literaria. |
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