Transcribo artículo de JAVIER MARTIN, de su sección El Editor soy yo, que creo que es bastante interesante y revelador.
Copio y pego, porque no hay enlace disponible.
Precios distintos para un mismo libro
EL ARGUMENTO DE LA PIRATERÍA es como el de los árbitros de fútbol, comodines para justificar las miserias propias y, con ello, no enmendarlas y, aún menos, cambiar algo. El ajeno, el otro, llámese árbitro, IVA o la pérfida Albión, antes hoy y siempre sirven para tapar las vergüenzas propias. Y con una buena justificación ya nada es preciso corregir.
Basta ponerse a crear en lugar de a denigrar para superar obstáculos, por grandes que sean. Se ha visto con las inmensas colas en los cines el día que dejan de cobrar 9,50 euros por 90 minutos de espectáculo enlatado. O si el público cree que merece la pena, pagan eso y mucho más (Ocho apellidos vascos o El lobo de Wall Street), sin importar el ivazo.
Aunque parezca que no, todo ello viene a cuento por el éxito de un libro autopublicado en Francia. Agnès Martin-Lugand difundió su primera novela como libro electrónico en febrero de 2013. Pronto, Les gens heureux
lisent et boivent du café salió del anonimato de la web y se convirtió en un fenómeno superventas (8.500 ejemplares en un par de meses). Cuatro meses después, la publicaba en papel la editorial Michel Lafon, y el éxito lo ha multiplicado por veinte. Este año edita la obra Alfaguara con el título La gente feliz lee y toma café.
Hasta aquí todo normal. Vayamos a comprar el libro en Francia. La edición digital en Amazon cuesta 2,99 euros, pero si la compramos en Amazon España, el precio sube a 5,89 euros, casi un 100% más. Si se opta por la versión de papel, la diferencia es prácticamente la misma: 8,54 euros en Francia y 16,15 en España.
No es un fenómeno puntual. Hace años, cuando Mario Vargas Llosa publicó El sueño del celta, salía más barato comprar una edición en papel en el Amazon de Estados Unidos y que lo enviaran por correo que comprarlo en una librería española.
Antes de Internet, España no leía. Es decir, que no toda la culpa del estado actual de las cosas es de la piratería (al parecer, ahora se lee más por su culpa). En una reciente entrevista a este periódico, Russell Grandinetti, máximo responsable de Amazon Kindle, apuntaba: Los editores tienen que entender que los tiempos cambian, que el mundo no es como quisieran y deben adaptarse a ello.
Gracias a Internet, mucha gente está leyendo una novela o viendo una película por primera vez. El 90% de las ciudades brasileñas y mexicanas no tienen una librería, y menos aún cine. Y en España se tiende a ello. Y si en el barrio hay librería, el 95% de su espacio se dedica a novedades, y el resto, a las recomendaciones del cole.
En el lector electrónico, la vida de un libro es más larga, no hay descatalogados y no ocupan espacio en ningún almacén, explicaba el responsable de Amazon de América Latina.
Primero es el acceso a la lectura, luego le llegará el turno al gusto de cada cual. Miles de personas se han gastado su dinero en La gente feliz lee y toma café. Las críticas fueron unánimemente buenas, así que no será aquí donde se la tache de simple; ahora bien, por dar una pista, cualquiera de Corín Tellado es un tratado de Kierkegaard ante la novela de Agnès Martin-Lugand.
Copio y pego, porque no hay enlace disponible.
Precios distintos para un mismo libro
EL ARGUMENTO DE LA PIRATERÍA es como el de los árbitros de fútbol, comodines para justificar las miserias propias y, con ello, no enmendarlas y, aún menos, cambiar algo. El ajeno, el otro, llámese árbitro, IVA o la pérfida Albión, antes hoy y siempre sirven para tapar las vergüenzas propias. Y con una buena justificación ya nada es preciso corregir.
Basta ponerse a crear en lugar de a denigrar para superar obstáculos, por grandes que sean. Se ha visto con las inmensas colas en los cines el día que dejan de cobrar 9,50 euros por 90 minutos de espectáculo enlatado. O si el público cree que merece la pena, pagan eso y mucho más (Ocho apellidos vascos o El lobo de Wall Street), sin importar el ivazo.
Aunque parezca que no, todo ello viene a cuento por el éxito de un libro autopublicado en Francia. Agnès Martin-Lugand difundió su primera novela como libro electrónico en febrero de 2013. Pronto, Les gens heureux
lisent et boivent du café salió del anonimato de la web y se convirtió en un fenómeno superventas (8.500 ejemplares en un par de meses). Cuatro meses después, la publicaba en papel la editorial Michel Lafon, y el éxito lo ha multiplicado por veinte. Este año edita la obra Alfaguara con el título La gente feliz lee y toma café.
Hasta aquí todo normal. Vayamos a comprar el libro en Francia. La edición digital en Amazon cuesta 2,99 euros, pero si la compramos en Amazon España, el precio sube a 5,89 euros, casi un 100% más. Si se opta por la versión de papel, la diferencia es prácticamente la misma: 8,54 euros en Francia y 16,15 en España.
No es un fenómeno puntual. Hace años, cuando Mario Vargas Llosa publicó El sueño del celta, salía más barato comprar una edición en papel en el Amazon de Estados Unidos y que lo enviaran por correo que comprarlo en una librería española.
Antes de Internet, España no leía. Es decir, que no toda la culpa del estado actual de las cosas es de la piratería (al parecer, ahora se lee más por su culpa). En una reciente entrevista a este periódico, Russell Grandinetti, máximo responsable de Amazon Kindle, apuntaba: Los editores tienen que entender que los tiempos cambian, que el mundo no es como quisieran y deben adaptarse a ello.
Gracias a Internet, mucha gente está leyendo una novela o viendo una película por primera vez. El 90% de las ciudades brasileñas y mexicanas no tienen una librería, y menos aún cine. Y en España se tiende a ello. Y si en el barrio hay librería, el 95% de su espacio se dedica a novedades, y el resto, a las recomendaciones del cole.
En el lector electrónico, la vida de un libro es más larga, no hay descatalogados y no ocupan espacio en ningún almacén, explicaba el responsable de Amazon de América Latina.
Primero es el acceso a la lectura, luego le llegará el turno al gusto de cada cual. Miles de personas se han gastado su dinero en La gente feliz lee y toma café. Las críticas fueron unánimemente buenas, así que no será aquí donde se la tache de simple; ahora bien, por dar una pista, cualquiera de Corín Tellado es un tratado de Kierkegaard ante la novela de Agnès Martin-Lugand.